Ayer apareció un interesante artículo en The New York Times con el sugerente título “¿No entiende la crisis de crédito? Unase al club”, por David Leonhardt. Bajo este título hace un análisis sobre cómo lo que ha ocurrido con una parte del mercado (las hipotecas subprime) ha acabado afectando a la totalidad del mercado hipotecario.

Según explica David, todo empezó en 1998, cuando la gente empezó a considerar el mercado inmobiliario como una ganga, a pesar de que el mercado todavía no se había recuperado de la crisis de los 90. Al mismo tiempo, Wall Street hizo más fácil para los compradores obtener préstamos, haciendo el mercado hipotecario algo “global” (cualquier inversor en cualqueir parte del mundo podía prestar dinero). Sin embargo, estos mismos inversores quisieron obtener unos buenos rendimientos. Ante esto, la respuesta de Wall Street fueron las hipotecas subprime.

Este tipo de hipotecas se concede a personas con un elevado riesgo de impago, a cambio de pagar unos intereses mayores. Para los inversores las ventajas son obvias, puesto que pueden obtener un mayor beneficio, pero también corren unos riesgos mayores. Los bancos que concedían estas hipotecas las reagrupaban y vendían posteriormente a otros inversores a cambio de obtener un interés menor. Así los bancos podían cobrar la deuda de manera rápida, y los inversores podían obtener mayores beneficios por la diferencia entre lo que le pagaban al banco y lo que tenían derecho a cobrar.

El mercado inmobiliario americano parecía un negocio seguro. Sin embargo, cuando la crisis inmobiliaria se desató, esa misma globalización del mercado hizo que grupos financieros de todo el mundo se vieran afectados. Numerosos inversores lo perdieron todo. Numerosas políticas económicas llevadas a cabo este verano intentaron que esa crisis no afectara a los bancos, puesto que la mayoría habían vendido las hipotecas a inversores. Pero se vieron arrastrados debido a que también habían vendido complejas pólizas de seguro sobre la deuda hipotecaria

Todo esto ha sumido a Wall Street en un profundo conservadurismo que está afectando a otros posibles prestatarios, lo cual perjudica a la economía de una manera mucho más amplia (por ejemplo, afectando a los préstamos de las tarjetas de crédito).

Muchos economistas sostienen ahora que la única solución es que el gobierno federal compre alguna de esa deuda, como empezó a hacer la Reserva Federal la semana pasada.

Podéis leer el artículo completo aquí ^[1](en inglés).

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